08 septiembre 2011

PROFESORES


Confundir horas lectivas con horas de trabajo no es gratuito, es una manera de contribuir al lugar común de que los profesores trabajan poco. Tampoco es nuevo: siempre que se trata de estrechar los derechos laborales en la enseñanza alguien deja caer, como de manera inocente, que los docentes de la educación pública gozan de más ventajas que el resto de los trabajadores. Por más que se informe sobre los desafíos a los que se enfrenta un profesor en nuestros días, siempre habrá un buen ciudadano que llame a la radio o escriba al periódico para informar, por ejemplo, de las largas vacaciones que disfrutan los maestros. Es un clásico. A los políticos se les llena la boca con que no hay inversión más útil en nuestro país que la destinada a educación, hasta que un día se ponen a hacer números y empiezan por ahí: prescindiendo de interinos y poniendo sobre los hombros de cada trabajador dos horas más.

Explicar que ser profesor no consiste solo en dar clase debería de ser innecesario. ¿Qué consideración se les tiene a los docentes si se extiende esa idea? El profesor enseña, pero también corrige, ha de preparar sus clases, perder un tiempo precioso en absurdos requerimientos burocráticos y, en ocasiones, hacer labores de trabajador social. La educación requiere ahora más energía que nunca y no es infrecuente que el enseñante desarrolle patologías físicas o psíquicas. Su trabajo cansa, es más duro que muchos de los trabajos que nosotros realizamos. Los niños y los adolescentes son grandes devoradores de la energía adulta. Los escritores que hemos visitado colegios e institutos lo sabemos: dos horas dando una charla ante una vampírica muchachada te dejan para el arrastre.

¿Cómo pretenden los responsables del injustificable derroche autonómico que se comprenda que el sacrificio ha de comenzar por los que ya están sacrificados?

Elvira Lindo, El País

03 septiembre 2011

Golpe a la enseñanza

Editorial de El País:

Los abultados recortes presupuestarios movilizan a sindicatos, padres de alumnos y profesores

Las movilizaciones que tienen programadas en este inicio de curso asociaciones de padres de alumnos, sindicatos de enseñanza y profesores de instituto en general no tienen por objeto tanto defender reivindicaciones propias de carácter laboral o corporativo como a la enseñanza misma. Los abultados recortes presupuestarios anunciados suponen una seria amenaza a la calidad del sistema educativo, más allá de los agravios de los que puedan sentirse objeto los enseñantes. Las primeras comunidades autónomas que han hecho públicos esos recortes han sido Madrid, Galicia, Castilla-La Mancha y Navarra, y se calcula que en el conjunto de España rondarán los 2.000 millones de euros. Una cantidad que se añade a los recortes ya habidos el curso pasado en sueldos, becas, formación del profesorado y actividades extraescolares.

Nuestros políticos, de uno y otro signo, siempre hablan de la educación como de una inversión a medio y largo plazo de la que depende nada menos que el futuro del país. Pero en sus políticas educativas no pasan de considerarla un gasto más, importante sin duda, pero sometido como el resto a los condicionantes de la coyuntura económica. Los recortes anunciados en las comunidades de Madrid, Galicia, Castilla-La Mancha y Navarra no solo llevarán a la disminución de plantillas y al aumento de las horas lectivas del profesorado, sino a la supresión de actividades esenciales para la calidad de la enseñanza como horas de tutoría y de programación de clases.

Que la batalla por la educación no es cosa solo de enseñantes sino de las familias y de la sociedad entera se desprende del hecho de que el fracaso escolar alcance el 30%, y que siga en aumento. Y ese fracaso escolar no se va a eliminar reduciendo los recursos en educación pública, suprimiendo centros de formación docente, horas de tutorías y tiempo de atención a los alumnos necesitados de apoyo. El fracaso escolar habrá aumentado un poco más el año próximo, y los gobernantes que lo han propiciado con los recortes en educación se sentirán no obstante satisfechos por haber alcanzado sus objetivos presupuestarios.

Lo que les resultará cada vez más difícil a estos gobernantes es hablar de la educación, sin pasar vergüenza, como del principal instrumento para el progreso del país mientras sus políticas educativas ponen ruedas a su avance científico y social.

El País, 02/09/11