12 marzo 2010

Fallece Miguel Delibes

Ha sido lo primero que he escuchado hoy en la radio, aunque anoche ya se comentaba la situación de gravedad de este maestro literario noble y sencillo. Miguel Delibes, novelista y académico de la lengua, ha vivido fiel a su paisaje castellano, a su defensa por un mundo integrador y humanizado y a su pasión cinegética. Hoy descansa ya eternamente en su querida tierra castellana, en su Valladolid natal. Como ha repetido muchas veces, ha sido “como un árbol, que crece donde lo plantan”.
Recuerdo perfectamente la primera vez que leí una novela suya: tenía 13 años, me la mandaron en el colegio y, por primera vez, disfruté con la lectura gracias a las anécdotas de Daniel, el Mochuelo, de Roque, el Moñigo, la emotiva muerte de Germán, el Tiñoso, las Guindillas, las Lepóridas, la Uca-uca… en la inolvidable El Camino, todo ello envuelto en un sano ambiento de pueblo, con palabras de ámbito rural. En definitiva, me emocionó por su ternura, su realismo, su dolor y también su humor. Empezó ahí mi admiración y también mi gratitud por el escritor. Tras Daniel, llegaron la fuerza de Nini el cazador de ratas, Quico, “el príncipe destronado”, el inolvidable Azarías con su “milana bonita”, el genial monólogo de Carmen ante su difunto Mario, el cazador Lorenzo, el entrañable jubilado don Eloy…
Se ha perdido una figura universal para las letras. El vigor y fuerza de su lenguaje literario caracterizan su estilo narrativo, a modo cervantino. Ahí queda el legado de sus obras. Gracias a la magia de la literatura, su imaginación siempre estará presente con la lectura y relectura de sus novelas. Delibes es un escritor cercano al lector, por lo que deseo que sus libros no desaparezcan de las aulas y siga en la memoria de muchas generaciones, convirtiéndose así en un clásico de nuestra literatura.

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